(Manuel Fernández "el Poeta")
A ti Antonio Mairena
amo de los cantes grandes
te dedica esta poesía
el poeta Manuel Fernández
Tus cantes son lamentos
que llegan a las entrañas
y nuestros ojos se empañan
cuando llegas de tu isla
Porque como tú cantas Antonio
desgarras jirones del corazón
se estremecen las guitarras
desde la prima al bordón
Porque cuando tú echas mano
y carbones a los duendes
solamente te comprenden
los clásicos y los gitanos
Porque para que nada en ti influya
porque todo el mundo sabe
que en el mundo hay dos llaves
la de san Pedro y la tuya
Ese pañuelo que llevas
en tu cuello tan florido
bien lo saben los gitanos
que en otro tiempo ha sido mío
Es verdad que yo tenía
una quejita grande con Dios
lo que tú haces conmigo
no me lo merezco yo
Están sentados en la plazuela
la Roezna y tío Frasco
y Paco el de la Malena
Yo traigo un marimoñero
y se lo voy a poner esta noche
a mi prima en el sombrero
La verdad me da coraje
si la quiero o no la quiero
eso no le importa a nadie
Ay que te quiero
pero de lachi
no te lo peno
Como la pierden los locos
yo estaba perdiendo la razón
porque los locos no sufren
lo que estoy sufriendo yo
como lo sufren los locos
Cuando me siento a la mesa
que yo me pongo a considerar
me ponía a pensar
que yo me ponía a pensar
tiro el plato y la comida
de fatigas que a mí me dan
Tu querer y mi querer
aunque se riegue con llanto
nunca puede prevalecer
María si vas al monte
cierra bien la portillera
verás a un torito bravo
que quiere entrar en tu frontera
Para ser gitano
hay que bailar así
y hay que cantar así
Señor Mairena
aquí te lo traigo en el delantal
hay un conejo vivo
y a ti te lo voy a dar
¿Qué me vas a dar?
un conejito vivo que traes
en el delantal
Manuela de mi alma
yo no tengo carta
yo me he enterado
que con saber que mi Curro estaba bueno
me sobra y me basta
Compañerita mía prima
yo tengo una pena
una pena muy grande
yo tengo una pena
y un dolorcito de clavito fuerte prima
que al alma me llega
Herido de muerte
caído en el suelo
Dios se lo pague a los soldaditos
que me arrecogieron
Se alevantó el Conde Niño
una mañana de San Juan
a darle agua a su caballo
a la orillita del mar
Mientras el caballo bebía
echaba el niño un cantar
águilas que van volando
se paraban a escuchar
La reina que lo estaba oyendo
en su palacio real
mira niña como canta
la sirena de la mar
No es la sirena mi madre
ni tampoco el serenar
que es el hijo del rey Conde
que por mí penando está
Si es el hijo del rey Conde
cuatro tiros le han de dar
y otros cuatro a su caballo
a la orillita del mar
Pasan uno y pasan dos
y la niña mala está
mueren la niña y el Conde
y los llevan a enterrar
Y Jesús el de los milagros
hizo florecer un rosal
con un letrero que dice
muertos de tanto penar
Desgraciadito
desgraciado de aquel
que llevó su caballo al agua
y se lo trajo sin beber